En la siguiente crónica Gabriela Alemán no solo va tras los pasos del Premio Nobel William Faulkner a su natal Misisipi, sino que recorre algunos hitos de su vida y su relación con la literatura del boom latinoamericano.

De la celebración de un FitBit
Hace más de nueve meses mi corazón comenzó a correr de una manera descontrolada cuando me dio covid por segunda vez; cuando eso ocurrió una amiga me regaló un FitBit para que pudiera hacer algo al respecto si entraba en modo Usain Bolt. Para los que no saben qué es un FitBit: es un reloj digital que no solo da la hora, sino que muestra en su pequeña pantalla cuántos pasos se han dado en el día, la cantidad de calorías que se ha utilizado al dar esos pasos, el número de millas al que equivalen esos pasos, cuántos latidos produce el corazón por minuto y cuánto oxígeno corre por la sangre. Información que no sabía que necesitaba.
Cuando llegó el regalo no solo mi corazón hacía cosas extrañas, sino también mi cerebro. Tenía lagunas mentales y hacer que funcionara el FitBit fue solo un número más a la larga lista de cosas imposibles. Por eso el reloj quedó en un cajón, hasta que, hace pocas semanas, mi cerebro me pareció menos insondable, y logré hacerlo funcionar antes de salir de viaje a Oxford, Misisipi.