En sus orígenes el vaso de un solo uso evitó la propagación de enfermedades, pero ahora se reinventa con la arcilla y la impresión 3D para frenar la acumulación de desechos y la contaminación ambiental.

A inicios del siglo XX lo más normal en Estados Unidos era beber agua de un vaso común en escuelas, juzgados o estaciones de trenes. Pero un invento puso fin a esta práctica, cuestionada por causar la transmisión de enfermedades.
En 1912 el inventor Lawrence W. Luellen, de Boston, Massachusetts, patentó el vaso de papel encerado (comercializado como Dixie Cup) y junto a su socio, Hugh Moore, hicieron populares dispensadores para la venta de agua en vasos individuales desechables.