El rechazo a los profesionales que han superado los 45 años se sostiene en prejuicios: tendrán dificultad para adecuarse, pedirán salarios más altos, por salud o por problemas familiares, faltarán más a su trabajo.
Desde hace cinco años, la vida de Francesca Colomés gira en torno a una llamada. Una llamada que no llega. Cada mañana, esta barcelonesa, de 53 años, se propone lo mismo: mantenerse ocupada. Relacionadora pública con más de doce años de experiencia, Colomés perdió su trabajo cuando estaba en la cima de su carrera. Según relata, la mala decisión de otra persona en la publicación de un material de divulgación interno ocasionó su despido.“Trabajaba en el Grupo de Agua de Barcelona (CBAE). Se abrió una plaza de Product Manager, que ofrecía la posibilidad de conocer diversos sectores de la comunicación, además de trasladarme a la Torre Agbar” (un icónico rascacielos de Barcelona, ahora rebautizado como Torre Glòries). Colomés se atrevió a dar el paso, con una mezcla de nervios, expectativa e ilusión. Un año después, el salto terminó en una estrepitosa caída. Así, a los 48 años de edad, esta madre de dos hijos (ahora de veintidós y dieciséis) cambió los trajes de ejecutiva y el estrés propio de un cargo como mando medio por la ropa de casa y las horas lentas y vacías, sentada frente a un computador, intentando cazar una nueva oportunidad laboral. Perder el trabajo, a cualquier edad, es un balde de agua fría. Toca enfrentarse a un corte abrupto de rutinas y responsabilidades; en muchos casos, estrellarse con la soledad y el desconcierto. Pasados los 40 años de edad, el reto de reinsertarse o reinventarse laboralmente es doblemente complicado y, a la vez, doblemente desafiante. Los prejuicios y estigmas que se asocian con la madurez cronológica pesan en la mentalidad de empleadores y encargados de recursos humanos. Y aunque la expresión “CV sin arrugas” empiece a aparecer tímidamente en las redes sociales y en ciertos grupos que combaten el “edadismo” (discriminación por la edad), ser sénior y encontrar trabajo no es nada fácil.
Un muro de prejuicios
El rechazo a los profesionales que han superado los 45 años (o menos) se sostiene sobre un sólido muro de prejuicios. “Se cree que la gente mayor tendrá más dificultades para adecuarse a cierto tipo de trabajo o para funcionar en equipos multigeneracionales. También se da por sentado que, debido al crecimiento de su carrera profesional, pedirán salarios muy altos. En contra de los sénior juega también la idea de que, por razones de salud o por tener más cargas familiares, faltarán más”. Así lo explica Manuel Naharro, project manager de Savia, una plataforma sin fines de lucro que promueve, en España, la valoración de los profesionales de edades avanzadas y que trabaja para crear puntos de encuentro entre los talentos sénior y las empresas o instituciones dispuestas a aprovechar su valor.
Vulnerables
En muchos países, los llamados talentos sénior han sido uno de los grupos más afectados por las decisiones de recortes de personal y, por supuesto, de jubilaciones tempranas. Dos botones, para muestra: “En España hay más de un millón 400 mil parados (desempleados), mayores de 45 años”, dice Naharro. Durante los peores años de la crisis, este fue uno de los grupos etarios más afectados. “Se tomaron decisiones para aligerar la masa salarial de las grandes compañías”. ¿Las modalidades? Jubilaciones anticipadas, Expedientes de Regulación de Empleo (ERES), despidos directos y otras.
Eso, en un país que, según los datos de la ONU, en 2050 será el más envejecido del mundo, con el 40% de su población mayor de 60 años. “En 2024 entrarán en edad de jubilación todas las generaciones. ¿Quién trabajará, quién cotizará?”, se pregunta Naharro.
El segundo botón de esta muestra: según ProPublica y el Instituto Urbano, en Estados Unidos más de la mitad de empleados mayores son expulsados de sus empleos de larga data, antes de que les corresponda retirarse. Los investigadores hicieron un seguimiento a un grupo de trabajadores, desde que cumplieron 50 años hasta el resto de sus carreras. En 2016 comprobaron que el 56% ciento fue despedido, al menos una vez, entre los 50 años y la jubilación. Solo el 10% de ellos logró ganar lo que ganaba antes de su salida forzada. Así, sueños como el trabajo estable, la posibilidad de ahorrar y de vivir una etapa de madurez tranquila, se acabaron, para la mayoría de estas personas.
Francesca Colomés: “Pensé en quitar mi edad de la hoja de vida, pero me dijeron que un empleador podía tomarlo como ocultamiento de información”.
De esto sabe mucho Francesca Colomés. Después de su despido, tuvo que rearmar su vida. Y eso tomó tiempo. Pasó de la rabia al convencimiento de que, por su preparación y trayectoria, no sería difícil encontrar un trabajo a su medida. Y, en un tercer momento, a la desilusión y el golpe a la autoestima —diario, sistemático, en cada rechazo o en cada falta de repuesta— al comprobar que esa ilusión no era real. Finalmente, una especie de resignación y realismo, desde los cuales ha podido cambiar de perspectiva y reinsertase en el mundo laboral, aunque en unas condiciones muy distintas a las que esperaba.
“Los primeros días miraba ofertas de comunicación y relaciones públicas. Poco a poco, me di cuenta de que la mayoría estaba dirigida a gente joven o, directamente, a becarios”. La experiencia de Colomés y sus ganas de trabajar no tenían peso alguno frente al dato de su edad. Un número. Casi una anécdota que, al aparecer en su CV, la convertía en descartable. “Incluso pensé en quitar mi edad de la hoja de vida, pero me dijeron que un empleador podía tomarlo como ocultamiento de información”.
Currículos ciegos
La Fundación Adecco publicó un informe según el cual, en España, el 52% de los CV de los trabajadores mayores de 55 años ni siquiera son considerados por los profesionales de recursos humanos. ¿Las razones? Siete de cada diez reclutadores entrevistados confesaron no haberse decidido por ningún sénior porque “no encajaría” en su plantilla de empresa. El 18% dijo que los descartaría porque piden un salario mayor. Y 17% porque cree que las competencias de un sénior estarán desfasadas.
“Puede ser que ese dato del 50% se quede corto. No me extrañaría que fuera mayor”, dice Naharro, de Savia. Explica que muchas veces se encarga la tarea de separar estas hojas de vida a practicantes o becarios. En otros casos, son ordenadores programados con este tipo de filtro los que descartan CV por la edad del candidato.
Naharro cree que una de las opciones es que las empresas manejen currículos “ciegos”, una medida que en España ha comenzado a aplicarse tímidamente. La idea es que se omitan datos personales que puedan pesar a la hora de hacer una contratación. Por ejemplo: la nacionalidad, el estado civil, el lugar de residencia, el sexo. Y la edad. La estigmatizadora edad.
Una sénior que cree en otros sénior
“Sentí que estaba lista para arriesgar y apostar por mi propia empresa”.
Mayte Tortosa (46 años) es una entusiasta, curiosa, autoexigente, comprometida y exitosa emprendedora sénior. No, estos no son adjetivos gratuitos. Durante toda su carrera, de más de veinte años (en el sector financiero y en recursos humanos) su principal objetivo ha sido “aprender, aprender y aprender”.
Obsesionada con la autoformación constante, esta coach profesional, especializada en recursos humanos, trabajó durante dos décadas para terceros. Cuando se terminó el proceso de creación de una estructura de personal en la última empresa en la que colaboró, se decidió a dar el salto. “Sentí que estaba lista para arriesgar y apostar por mi propia empresa”. Así fundó, en Madrid, Idreal Coaching, una empresa de desarrollo profesional que ha encontrado su mayor mercado precisamente en el grupo de los profesionales sénior.
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