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Sobre ruedas, libre y feliz

por Milagros Aguirre

Las empinadas calles de Quito no pueden ser un obstáculo para quienes deciden retomar ese buen gusto por volver a la bicicleta.

Firma Auirre 001 1
Ilustración: Adn Montalvo E.

La pandemia me devolvió algo que había perdido hace mucho tiempo y que realmente amaba: la bici. Aún recuerdo con alegría las largas jornadas de pedaleo en Pekín, a mis dieciocho. Una bici roja y pesada, con el mismo timbre de los carritos de helados que había que tocar para abrirse campo entre miles de bicicletas que circulaban por las calles de Pekín. Una bici en la que me desplazaba de Sanlitun, donde vivía, a la estación del metro para ir a la radio, mi primer trabajo. Una bici con la que me perdí en los callejones —hutones— hoy desaparecidos en la enorme ciudad de Oriente. Ruedas y pedales que me hacían sentir libre y feliz. Aún recuerdo el encargo hecho al pobre Rubén Astudillo, poeta y hombre paciencioso que era entonces agregado cultural de la Embajada del Ecuador: mi bici roja. Rubén, santa paciencia, me la trajo de Pekín a Quito entre las cosas de su mudanza. 

Quito imposible, de lomas y cuestas, de subidas empinadas, era demasiado para mi pobre bici roja, de metal pesado, sin cambios ni velocidades, y demasiado, también, para mi cuerpo, que rápidamente se volvía perezoso y sedentario. Ahí quedó la pobre, arrumada en una esquina, luego del primer intento de ir desde la 10 de Agosto y Carrión, donde vivíamos, subir por la avenida Colón y seguir por la 12 de Octubre hasta la casa de mi padre. Nunca más. Fierros viejos que luego, en alguna mudanza, desaparecieron. 

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Autor

Acerca de Milagros Aguirre

Periodista y editora, autora de varios libros sobre la Amazonía. Actualmente, Editora General de Abya Yala y columnista de Mundo Diners y La Barra Espaciadora.
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