Skip to main content

“Si no lo cree, no lo niegue”

por Anamaría Correa Crespo

El físico Enrico Fermi ganó el Premio Nobel y trabajó en el proyecto Manhattan, a cargo de la bomba atómica. Allá por los años cincuenta, ese grupo élite de físicos y otros científicos no hablaba solamente de los riesgos de la guerra nuclear, sino de esto que hoy en día nos tiene un poco mareados, como si viviéramos en una película de ciencia ficción: las potenciales visitas de seres extraterrestres a nuestro planeta.

Frank Drake, científico de Cornell y apasionado por la vida extraplanetaria, había probado, mediante una ecuación, que, en medio de un universo infinito, la posibilidad de vida inteligente, más allá de la propia, era inmensa. Pero Fermi, un escéptico, pensaba que, si lo que Drake decía era cierto, ¿dónde diablos estaban todos? Por todos, se refería a los alienígenas.

David Grusch.
David Grusch.

“¿Dónde están todos?”. Originalmente, la pregunta se refería a los viajes interestelares, posibilidad en la que Fermi no confiaba. La Vía Láctea tiene unos diez mil millones de años y cien mil años luz de diámetro. Si los extraterrestres tuvieran naves espaciales que pudieran viajar al 1 % de la velocidad de la luz, la galaxia ya podría haber sido colonizada mil veces. ¿Por qué no habíamos tenido noticias de ninguna otra vida?

Has llegado al límite de artículos gratis para este mes.
¡Lee sin límites! HAZTE PREMIUM o Iniciar sesión