Diners 466 – Marzo 2021.
Por Paulina Simon Torres
Ilustraciones: Paco Puente
Creíamos que el mundo estaba listo para la virtualidad, es más, creíamos que desde antes de la pandemia el contacto humano se había acabado o, por lo menos, reducido. Sin embargo, seguimos encerrados y lo que más nos hace falta son los otros. ¿Cómo conocerlos?
¿Cómo se conoce a una persona?
¿Puedo decir que conozco a alguien de verdad?
¿Existe una forma de saberlo?
Se me ocurren algunos factores:
El tiempo. Conocer a una persona por décadas y seguir en contacto con ella hasta la actualidad me hace pensar que la conozco bien, o mejor que otros. Sus frustraciones y hasta la forma en que toma decisiones me resultan reconocibles incluso a la distancia.
El contacto. Hay muchas personas a las que conocemos menos tiempo, pero con quienes llevamos una relación intensa en la cotidianidad y esto nos hace sentir que, al conocer sus rutinas, las conocemos a ellas.
La intimidad. Conocer a una persona es saber uno de sus secretos; algo que no le contaría a nadie más, pero te lo ha confesado. Esa ofrenda te permite conocerla o creer que la conoces.
Si pudiéramos apoyarnos en antigüedad, contacto e intimidad a la vez, podríamos decir que verídicamente conocemos a esas personas casi tanto como nos conocemos a nosotros mismos. ¿Y qué hacemos con las personas a las que conocemos? Establecemos un vínculo que es el que nos permite subsistir en un mundo de anonimatos, soledades y desconocimientos.
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A esas personas que conocemos se suman aquellos que han ingresado a nuestra vida de manera aleatoria y se van uniendo a nuestro camino, a nuestra cotidianidad, a nuestro universo virtual, a nuestra mitología personal.
Desde que inició la pandemia me hago esta pregunta: ¿Qué es conocer a una persona? ¿Es mirarle a los ojos o es escuchar su voz? ¿Es oír sus pensamientos en voz alta o es ver su movimiento corporal? ¿Es sostenerle la mirada o reconocer algo familiar en su forma de abrazar y de moverse? ¿Es leer sus palabras en un teléfono? ¿O leer sus opiniones en redes sociales?
Si antes me hacía estas preguntas y ya entonces era difícil encontrar respuestas, en este tiempo de distancias y mascarillas los obstáculos se han incrementado considerablemente. Las habilidades que se requieren para conocer al otro son también otras. Nuevas barreras y retos: una pantalla que nos separa, el ancho de banda de cada uno, la señal, el 3g, el 4g (o como en mi caso, edge; es decir, casi sin señal). Una mascarilla nos separa, algunas mascarillas amables, otras mascarillas que cubren un porcentaje tan grande del rostro que el reconocimiento es casi imposible. En ese caso, ¿qué me queda? Me quedan los ojos. ¿Cómo puedo saber si los ojos son suficiente para conocer a una persona?
Pese a todas estas dificultades, en 2020 conocí a personas a las que he llegado a estimar profundamente sin haberles visto nunca la boca, los dientes, la sonrisa. También siento que conocí a algunas personas a las que en toda la vida de nuestra relación solo había visto a través de Skype, en una imagen pixelada y con una voz robótica, pero que llegaba a mis oídos como un mensaje claro que podía reconocer y comprender.
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