
Vendiendo periódicos, Rodrigo Llambo, un indígena ambateño, aprendió cómo funciona el mundo. Tenía que ser poderoso si quería hacer algo por los suyos. Hoy, a sus 41 años, es el gerente de una cooperativa cuyos activos bordean los cuatrocientos millones de dólares.
Es un hombre liviano de contextura y amable de trato. No tiene poses, pero sí una gran sonrisa, siempre. Su poncho es signo de elegancia, de identidad, de orgullo… No tiene miedo de hablar de racismo, pobreza o discriminación. Aunque ha vivido el significado de esas palabras, no hay sombra de resentimiento.
Tiene una maestría en Administración de las Organizaciones de la Economía Popular y Solidaria y varios diplomados; uno de ellos en el Incae de Costa Rica, en Alta Gerencia, Toma de Decisiones y Liderazgo.