Por Leila Guerriero
"Decía Joaquín Salvador Lavado Tejón, mejor conocido como Quino, que lo más conveniente sería vivir al revés: empezar muriendo, para superar el trauma, y abandonar este mundo en un orgasmo.
Dicen las noticias que murió a los 88 años de edad. Decimos nosotros que su vida recién comienza y le damos la bienvenida a la eternidad recordando estas palabras de Leila Guerriero" publicadas en la revista Diners 391 de diciembre de 2014

Como si no fuera carne y músculos sino serenidad y gracia —y un poco de respiración—, la mano se mueve y el lápiz que sostiene deja una estela de tinta negra, un trazo que parece —y es— el pelo de alguien. La mano —como si apenas rozara el papel— dibuja la frente, la nariz, la boca, dos dientes enormes. La oreja, el cuello, un ojo. Finalmente, traza una línea diminuta que transforma la expresión del rostro, hasta ese momento hueca, en una sonrisa franca. Es agosto de 2009. En un estudio de radio en la ciudad de Buenos Aires, al terminar un programa en el que lo han entrevistado, el argentino Joaquín Salvador Lavado, Quino, dibuja a Felipe, uno de los personajes de su tira Mafalda. La mano —su mano— no se ha detenido, no ha dudado ni una sola vez: una criatura con voluntad propia que, con el ritmo sostenido del agua del mar, ha dibujado ese rostro con movimientos que brotan, iguales a sí mismos, desde hace más de 70 años. Ahora, en 2014, esa danza líquida sobre el papel es algo que Quino ya no hace. La mano responde, pero él ya no ve.
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