Por María Fernanda Ampuero

El otro día vi un documental que explicaba que la talidomida, ese fármaco alemán espantosamente famoso por causar miles de malformaciones a niños nacidos en los cincuenta y sesenta, fue desarrollada después de la Segunda Guerra Mundial para sedar a la gente que sufría el estrés postraumático que le había dejado vivir en terror durante todos esos años.
Imaginen esa Europa devastada emocionalmente, empanizada en pesadillas, incapacitada de creer en la paz, escuchando que habían desarrollado un tranquilizante tan maravilloso que incluso lo podían usar las embarazadas.