
Fotos: María Grazia Goya
Nelson Palacios es uno de los directores más prolíficos del país. Pasa de los 50 años y vive en Durán, en la quinta etapa de El Recreo. Probablemente su nombre no le suene. Ninguna de sus películas se ha estrenado en salas comerciales, pero tiene a su haber 26 largometrajes que viene produciendo hace seis años a un ritmo vertiginoso, con títulos como El dolor de ser pobres, La niña abandonada o El llanero vengador. Son melodramas, historias tristes o románticas hechas con más ganas que técnica. Sus protagonistas son personas comunes, sencillas, pobres. Nelson no tiene —lo que se dice— una formación cinematográfica. Nació en el campo, llegó hasta el básico de secundaria, migró a Guayaquil, se radicó en Durán y pasó muchas dificultades para no dejar morir su sueño adolescente de hacer películas. Puede que sus producciones no alcancen (¿todavía?) el nivel de calidad que exigen los códigos —estéticos, intelectuales, comerciales— del llamado séptimo arte, pero su vida y obras destilan tesón, y sobre todo amor por lo que hace. Nelson Palacios es un verdadero amateur del cine.