El populismo se expande por el mundo ayudado por la inequidad y la codicia.
Ni su actitud ni sus palabras fueron las de un hombre satisfecho y seguro, que había sido reelegido presidente —para cinco años más de gobierno— con un tranquilo 58,5 por ciento de los votos y que ese día, 7 de mayo de 2022, al asumir su segundo mandato, representaba la sensatez y el equilibrio en la política frente a los excesos y las turbulencias de los populismos de derecha e izquierda que lo habían retado y a los que había vencido: “necesitamos diseñar juntos un sistema alejado de tradiciones y rutinas cansadas, con el que podamos construir un nuevo contrato social, productivo y ecológico”.
Para Emmanuel Macron (y para Francia entera) ese no fue un día de fiesta. No. Fue un día de desafío, con la misión apremiante de superar los conflictos que tienen a su país al borde del precipicio.