
En la historia del Ecuador y el mundo hay muchos artistas olvidados o que cuya obra se desconoce. La mayoría son mujeres. Un caso especial, entre los hombres, es el de Luis A. Martínez. En nuestro país es muy reconocido como escritor, sobre todo por su famosa novela A la Costa, publicada en 1904, pero muy pocos conocen su faceta como pintor. Y es, justamente, su pintura lo que puede considerarse el gran legado artístico.
Martínez es quizá el único pintor ecuatoriano de finales del siglo XIX e inicios del XX que se dedicó exclusivamente al paisajismo romántico. Durante toda su vida pintó este motivo, a través de una larga búsqueda en los Andes, sobre todo de la Sierra central, como fuente de inspiración para sus cuadros.
Dedicarse casi veinte años a pintar la montaña le permitió perfeccionar su técnica. Además, su posición liberal y anticlerical hizo que nunca pintara motivos religiosos, lo que pudo convertirlo en uno de los primeros pintores laicos del siglo XIX que logró, a través del paisaje, superar el largo legado de la escuela barroca quiteña.