
Un padre y su hija de trece años viven en el bosque de una reserva natural en Oregon. Por accidente, la guardia nacional los encuentra y los obliga a insertarse en la sociedad. En ese momento ambos se enfrentan a las dificultades que exige una circunstancia de esa naturaleza: adentrarse en un sistema regulado por normas sociales ajenas a las suyas, diferenciarse entre sí al percibir nuevas formas de ver la vida, comprender la relevancia y el alcance de una decisión tomada, respetar la autonomía del otro y asumir la propia…
Todo esto sucede en No dejes rastro, la última película de Debra Granik, inspirada en la novela Mi abandono de Peter Rock, que relata la historia de un hombre que renuncia a la vida urbana y se oculta en medio de los arbustos del oeste de Estados Unidos. A un ritmo sinuoso, el espectador descubre por qué Will (Ben Foster) optó por ese tipo vida junto a su hija, durante cuatro años. El hallazgo se da lentamente me
diante una secuencia de acontecimientos que los personajes comparten orgánicamente con el espectador, y que revelan que Will es un veterano de guerra con dificultades para reinsertarse en la sociedad.