
¿Qué puede hacer el afamado director italiano Paolo Sorrentino con la historia de varios papas y el Vaticano? La respuesta se puede encontrar en el propio lenguaje cinematográfico del director, cargado de esa pócima explosiva de preguntas vitales sobre la existencia, mezclada con una estética inigualable de lo efímero e inconexo: una canción pop bailada por monjas con una cruz de neón como telón de fondo, un canguro suelto en los jardines del Vaticano, o el cuerpo escultural de Jude Law —El papa joven— caminando entre decenas de mujeres anonadadas. Algo así como combinar a Sartre con el colorido de un cuadro de Monet.

El papa joven (The Young Pope) y El nuevo papa (The New Pope) son dos series limitadas, producidas y dirigidas por Sorrentino, en el que su genio tiene la posibilidad de expandirse, dejando los 120 minutos del filme clásico, a varios episodios donde puede ahondar en la riqueza de los personajes y las historias.
La primera, El papa joven (2016), protagonizado por Law, cuenta la historia de un huérfano con estampa hollywoodense que llega al papado llevando posiciones retrógradas y radicales, pero con un carisma tan absoluto, que pronto convierte a los fieles que visitan San Pedro en una horda de fanáticos que desprecia. La temporada termina con Pío XIII —el papa joven— sufriendo un ataque después de una histriónica homilía.