
Ha perdido la cabeza. Grita incoherencias todo el día. Ataca enemigos invisibles. Insulta, insulta, insulta. ¿Se estará insultando a ella misma? ¿A su cabeza? Vamos, repite, vamos, como si quisiera que algo o alguien se ponga en marcha, que la siga. Ese algo o ese alguien no responde, no obedece, no aparece. En realidad, no existe.
Mañana, tarde y noche grita vamos, vamos, vamos.
También grita otras cosas horribles y mueve muebles, los arrastra, como si le quisiera hacer sitio a alguna reunión familiar que no sucederá nunca.