Por Jorge Ortiz
Edición 456 – mayo 2020.
Cuando llegó a Moscú, en mayo de 1960, con un pasaporte checoslovaco y una identidad falsa, fue recibido con honores de Estado. Era, al fin y al cabo, un adalid de la causa socialista, que en las semanas siguientes fue honrado, sucesivamente, con la Medalla de Oro, la Orden de Lenin y el título privilegiado de Héroe de la Unión Soviética. Todo lo cual (recibimiento y condecoraciones) ocurrió tras un velo de secreto absoluto y discreción total: había que celebrar al hombre insigne, pero había que hacerlo de tal manera que no se enterara nadie…