Frutas y libros se pesan en una balanza y conviven con cortes de carne, comida de todos los tipos, galerías de arte y un bufete de abogados. Es el collage que ofrecen los mercados de Madrid.

Mi primera gran sorpresa en Madrid ocurrió en el lugar más inesperado posible. Sucedió hace unos diez años. Acababa de llegar a España y, tras varios días de adaptación al cambio de horario, estaba listo para llevar una vida normal. O al menos eso creía yo.
Una mañana necesitaba comprar algunas cosas para el almuerzo y decidí ir al antiguo mercado de San Fernando, ubicado a solo tres calles de mi casa, en el barrio de La Latina. Al entrar, me encontré con una carnicería gigante, atendida por al menos tres personas; había una larga fila para comprar.