
“¿Ya sabes qué te pasa cuando te vuelves señorita?”, preguntó mi mamá, notoriamente atormentada, mientras se sentaba a mi lado en el sofá de la sala. Yo habré tenido poco más de once años y seguramente estaba leyendo alguna de las Vanidades o Vistazo que abundaban en casa. Enseguida entendí que se refería a mi cercana e inminente primera menstruación, pero también sospeché que la charla derivaría en chicos, embarazos, en la posibilidad de empezar a usar maquillaje o zapatos de taco.
Decidí ahorrarnos el mal rato y respondí muy segura: “Sí”. Ella, aliviada, me dio una palmadita en la pierna y se levantó dando por terminada la primera y única charla de higiene-íntima/educación-sexual o lo que fuera que hayamos tenido. Un año después “me hice señorita”. Mi mamá me dio plata para comprar toallas, y listo.
Más de la mitad de los seres humanos menstruamos durante la mayor parte de nuestra vida, nos bombardean con publicidad para comprar tampones, toallas y todo tipo de productos “para esos días del mes”, pero este sigue siendo un tema cultural, social y políticamente complejo. Tabú.