La poderosa camioneta americana irrumpe, levantando polvareda en El Juncal o cualquiera de los caseríos del valle del Chota. Bajan dos estrellas del fútbol. Visten deportivo y de marca; las joyas destellan. Ganadores, vuelven a la aldea que los vio nacer.
Jovencitos, tímidos, carentes, fueron a Quito a triunfar en un club. Y lo consiguieron: él y su familia, anónimos números en las letales cifras de desarrollo humano, pasaron de parar la olla con lo que dé la tierrita, a disfrutar del salario del crack; por ahí, cinco cifras de las altas.
Un grupo de niños mira a sus héroes y se proyecta en ellos. Escapar de la pobreza que les pega, en ayunas y como gancho en el estómago. Vestir bonito, tener casa, agua y energía, saciar hambres atrasadas; una yapa de respeto.
