Los participantes de este concurso gastronómico tienen personalidades y procedencias muy diferentes, pero todos coinciden en una cosa: su paso por el programa les ha cambiado la vida.

Emoción, risas, llantos, alguna que otra desavenencia, amor, desencuentro, despedidas, triunfos… Todos estos ingredientes se cocinaron en los fogones de la segunda temporada de MasterChef a lo largo de sus más de sesenta capítulos. Podríamos estar hablando de una buena película o de una serie de gran audiencia, solo que en este caso se trata de la vida misma.
En Ratatouille (película de animación ganadora de un Óscar), por ejemplo, el protagonista persigue el sueño de convertirse en un gran chef y lo logra gracias a un inesperado amigo. Los dos roedores experimentan un sinfín de cómicas aventuras y momentos triunfales que no hubieran podido vivir por separado. El ganador de MasterChef, Roberto Ayala, cuenta con el apoyo de Manuel Bustamante para impulsar su marca Cocina Clandestina que, además de un servicio de delivery constante, también es “una experiencia que se lleva a cabo en sitios ultrasecretos”, únicamente para la gente que se inscribe en cada evento, porque “nadie sabe dónde vamos a cocinar”, explica Roberto Ayala.