En Buenos Aires Óscar Fischer inauguró la única escuela de luthería de bandoneón que hay en el mundo e hizo posible que el oficio, que da vida y mantiene al instrumento símbolo del tango, crezca y prevalezca.

Fue un cortejo, un acto de seducción, irreversible. Amor a primer oído y a primera vista también. Cortejados y seducidos irreversiblemente fueron Óscar Fischer, Santiago Nanno Aguirre, Julia Brusse, Pablo Lepiane y Francisco Frulla, todos luthiers. Del francés luthier: persona que construye o repara instrumentos musicales.
Ellos son luthiers de bandoneón, el instrumento insigne del tango, ese género musical y esa danza identitaria argentina que es incluso Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco y el símbolo más representativo de Buenos Aires, la capital mundial del tango.