La referencia central que atraviesa este libro es la del Rey Pescador, personaje mítico de la literatura medieval europea, a quien dejó estéril una herida recibida en la ingle. A pesar de ser central, la referencia aparece solo en unas cuantas (valiosas) imágenes sueltas: plantas abriéndose paso en condiciones adversas, escenas de pesca…; y, sobre todo, en el famoso epílogo de “Notas” incluido en la publicación y con el cual Eliot intentó aclarar ciertos aspectos de su libro y reconocer fuentes a las que había acudido.
Así que el libro empieza y avanza con la sensación de haber sembrado una pista falsa muy a plena vista. La expectativa de adentrarse en una leyenda antigua es reemplazada, dentro del texto, por referencias a personajes que más bien parecen salir de una familia (una familia europea acomodada de principios de siglo XX como cualquier otra); personajes con nombres como Marie, Albert, Lil, quienes participan en reuniones, juegos de mesa y paseos…
Solo que estos escenarios “realistas” se vuelven a mezclar, otra vez, de nuevo, y sin la necesidad de transiciones elaboradas, con otros que apuntan de regreso hacia lo mítico; no al Rey Pescador sino al profeta Tiresias de la antigua Tebas, a soldados de las guerras púnicas, al Buda, al tarot… Eso mismo es el mito, pienso, una pista falsa (o una serie de pistas falsas) colocadas muy a plena vista de lo “real”. Puestas ahí para intentar aclarar algo sobre nuestro pasado remoto.