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Las horas o la (mala) conciencia del tiempo

por Leisa Sánchez

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Gonzalo Maldonado Albán

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Son pocos los filmes que alcanzan la calidad artística de las obras literarias que los inspiraron. Pienso, por ejemplo, en El padrino, de Ford Coppola, o en Blow up, de Antonioni, películas tan notables como la novela de Puzo y el cuento de Cortázar. Las horas, basada en el libro homónimo de Michael Cunningham —ganadora del Pulitzer a la mejor obra de ficción en 1999— es otra de ellas.

El título es el mismo que Virginia Woolf dio provisionalmente a su cuarto libro (terminó llamándose Mrs. Dalloway), donde se propuso narrar los devaneos de una señora de clase alta que recibía invitados en su casa, por la noche. Tras leer Ulises de Joyce, Woolf quiso describir el funcionamiento de la conciencia humana e imaginó a su heroína haciendo un viaje que empieza a las diez de la mañana y termina a la medianoche de un día cualquiera.

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