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Las entrañas de la bestia.

por admin

Fotografías y texto ADN MONTALVO ///

www.adnmontalvo.com ///

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Un día llegó sin previo aviso Ramiro Castillo a decirme que el expenal García Moreno estaba abierto al público y que si quería ir a hacer unas fotos, y yo que tengo el morbo a flor de piel, agarré la maleta pequeña, un par de lentes y salimos a San Roque como niños camino al parque. Al llegar había una fila de espera de una hora, entendí que no era el único morboso queriendo ver de primera mano la vida de los prisioneros del penal. Y es que muchas historias han nacido dentro de esos muros y ninguna de ellas, que me conste, ha sido positiva, alegre o constructiva, o romántica a lo Shawshank Redemption; todas son patéticas, dolorosas, monstruosas. Las sensaciones que esperaba eran las mismas que siento al ir al cine a ver una película de terror.

Antes de entrar te advierten que algunas cosas están tal como estaban en su [peor] momento, un toque de espectacularidad para satisfacer al público. En la espera te acostumbras al tamaño monumental de los muros externos, a las rejas que terminan en puntas afiladas y a los alambres de púas que rodean todo. La primera sensación fue alerta.

A pesar de ser una de las cárceles más grandes del país, una vez dentro se siente realmente pequeña, pero se trata de un asunto de perspectiva más que de espacio, porque la visión está siempre limitada a unos pocos metros gracias al uso de paredes, puertas y rejas. La segunda sensación fue claustrofobia.

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La guía nos cuenta que el penal estaba divido en pabellones y que cada pabellón agrupaba a los prisioneros por cierto tipo de afinidad, insuficiente para evitar conflictos. Seguramente porque, a excepción del pabellón de los ricos, todos los pabellones sobrepasaban su capacidad y el encierro sumado al hacinamiento, el calor, el frío, la ira, la falta de camas, el dolor de espalda y otras tantas condiciones que no alcanzo a adivinar, llevaban a los internos a desbordar sus frustraciones de forma violenta. En ese entorno es imposible imaginar algún tipo de rehabilitación. La tercera sensación fue frustración.

Al caminar por los pasillos entiendes lo sencillo que podría ser el ataque de un enemigo, o sea que si estabas dentro te convenía ser amigo de todos. Hay tantos rincones donde esconderse que es difícil comprender cómo hacían los guardias para mantener vigilada a la población de internos. La cuarta sensación fue de peligro.

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