Skip to main content

La suma de todas las crueldades

por Jorge Ortiz

armas quimicas
Foto: Shutterstock.

No hay muerte más atroz que la causada por armas químicas. Pero hay arsenales listos para ser usados

“Pérfidas” y “odiosas”. Así fueron descritas, allá por 1675, las armas químicas, que por entonces no eran sino humos tóxicos producidos mediante la quema de ciertas plantas, como la mandrágora o la belladona, cuya inhalación es capaz de causar delirios y alucinaciones. Eran tiempos —y lo habían sido durante los veinte siglos previos— en que los episodios culminantes de las guerras solían ser los sitios en torno a las mayores ciudades o a las grandes fortalezas de los enemigos, para rendirlos por hambre, sed o enfermedades. Y, por cierto, el uso de “humos enloquecedores” era una forma casi infalible de vencerlos.

Precisamente por “pérfidas” y “odiosas”, las armas químicas fueron siempre consideradas indignas e ilegítimas. Ya en el siglo II antes de Cristo, el senado romano repudió los “humos malignos” que habían usado las tropas del último rey de Pérgamo. Incluso antes, en el siglo V, las fuerzas imperiales chinas eran abominadas por disponer de un arma que, según parece, emplearon con frecuencia: unos fuelles adheridos por mangueras a unos calderos donde quemaban semillas de mostaza, cuyo humo, violentamente irritante, era introducido a los túneles de las fortalezas enemigas. Y también usaban arsénico y calcio para generar una “niebla venenosa”.

Has llegado al límite de artículos gratis para este mes.
¡Lee sin límites! HAZTE PREMIUM o Iniciar sesión
Autor

Acerca de Jorge Ortiz

Ha sido periodista y corresponsal internacional, articulista, presentador de noticias, entrevistador y colaborador de la revista Mundo Diners, además de autor de cuatro libros de relatos históricos.
SUS ARTÍCULOS