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La madre que me parió

por Huilo Ruales

La madre
Ilustración: Miguel Andrade

Tenía quince años, cuando nos conocimos. Mejor dicho, cuando yo la conocí, pues contaban que ella me había visto fugazmente varias veces. Ahí viene, me dijo la tía Lina. Es aquella, la flaca, la pelirroja. Yo no sentí nada, aparte del encogimiento de los pies. Poco a poco y casi en puntillas se me fue acercando, como los niños se acercan a las palomas para evitar que estas emprendan el vuelo. Muy de reojo vi el vuelo de un impermeable con forro escarlata, como la capa del conde Drácula, una mano tatuada de largos dedos y varios anillos, y a ras del suelo un par de botines igualmente negros.

De pronto, escuché su voz por primera vez en la vida, una voz de nictálope fumona:

—Hola, Milo.

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