Edición 454 – marzo 2020.
En Ucrania, Rusia se juega su presencia en Europa, mientras Trump maniobra para lograr su reelección.

Los hechos se sucedieron unos a otros con una rapidez de vértigo. Tanta, que resultó evidente que todo estaba organizado y coordinado con anticipación y prolijidad. Fue así que el 1° de marzo, desde su refugio en Rostov del Don, en territorio ruso (adonde había huido una semana antes), el expresidente ucraniano Víktor Yanukóvich le pidió a Rusia que enviara fuerzas militares a Ucrania “para reestablecer la legitimidad, la paz, la ley y el orden”. Ese mismo día, el presidente Vladímir Putin ordenó el inmediato despliegue de tropas, que empezó al día siguiente y que, casi sin resistencia, derivó en la ocupación fulminante de la península de Crimea. Era 2014. El plan estaba funcionando a la perfección.