Los Reyes Católicos, buscando la unidad religiosa de sus dominios, seguían la estela de otras potencias europeas que también habían expulsado a los judíos con anterioridad.

El 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos firmaron en Granada la expulsión de los judíos. Según el texto de los edictos —hubo varias versiones y múltiples copias—, el pueblo judío tenía hasta finales del mes de julio de ese mismo año para abandonar los territorios de las coronas de Castilla y de Aragón.
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