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La cuarta pared

por admin

Mundo Diners observa cómo la vida de una familia continúa tras el terremoto que azotó la provincia de Manabí el pasado 16 de abril. Si la familia es el núcleo de la sociedad, es ahí donde empiezan y terminan los actos que nos definen como personas. La vida de los otros es también la nuestra.

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Por Juan Fernando Andrade ///

Fotos: Alberto Zambrano ///

 Dicen que si hubiera sido un viernes a las tres de la tarde medio Portoviejo se hubiera muerto y ahora sería un pueblo fantasma.

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La casa está en el camino a Picoazá, unos metros más adelante de la gruta de San Cristóbal y de la iglesia de cemento donde se le piden milagros al santo patrono de los choferes. El primer piso es una especie de departamento que parecería estar enterrado en la tierra. El segundo piso tiene diez metros de largo y tres metros de alto. Antes del terremoto, la fachada de la casa era una pared hecha de ladrillos interrumpidos por tres ventanas. Esa pared ya no está. Los ladrillos empezaron a caerse uno a uno la noche del sábado 16 de abril entre las 18:58 y las 18:59. Durante más de una semana, la casa no tuvo rostro. ¿Qué harías si un día, después de un terremoto, se te cae la cara? Quedaron las paredes de los lados, la pared de atrás y el techo, que es de caña. Desde la calle, la casa parecía el escenario de un teatro. Cuando todos estaban durmiendo parecía una pintura.

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Dicen que la gente no sintió las réplicas porque seguíamos temblando.

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