La baguette, el pan francés por excelencia, ha sido incorporada por la Unesco a la lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, consagrándose como un símbolo nacional.

Nada más recurrido, para caricaturizar a un francés, que pintarlo con boina en la cabeza, un cigarrillo en la boca y una baguette bajo el brazo. Boinas las hay en todos los colores; cigarrillos, ahora, de todos los sabores; pero baguettes, baguette solo hay una.
Es que, a pesar de que cada día se consumen más de treinta millones de estas palanquetas, para que hablemos de baguette debemos ceñirnos a normas y características muy específicas que están detalladamente apuntadas no en una receta, sino en algunas leyes.