
“Tenía los ojos abiertos —dice—, pero vivía una pesadilla”. Antes de que sus piernas quedaran destrozadas, antes de que sus pulmones quedaran comprometidos, antes de que su cuerpo y su mente quedaran suspendidos durante dos semanas por el estado de coma, Juan Manuel Correa manejaba tranquilo a 220 kilómetros por hora.
La pesadilla, que duró más de seiscientos días, empezó el 31 de agosto de 2019, cuando una colisión múltiple en una carrera de Fórmula 2 le arrebató la vida al piloto francés Anthoine Hubert y casi le cuesta la propia a Juan Manuel. Tan solo una semana antes del accidente, el piloto ecuatoriano-estadounidense vivía aún despierto uno de sus sueños: se trepaba a un auto de Fórmula 1. Fue el elegido de Alfa Romeo para conducir un Sauber C32 con motor Ferrari V8 atmosférico, un monoplaza de la máxima categoría del automovilismo. Lo hizo como parte de una prueba con la misión de encontrar mejoras para los autos que conducían el excampeón mundial Kimi Räikkönen y Antonio Giovinazzi.
—Va a tardar, pero sé que mi sueño de correr en Fórmula 1 se dará.