El cambio en la modalidad de estudios —que trajo la pandemia— hizo que Amelia y Heloise pasaran a un colegio que les brindó una opción virtual. Allí, las clases se dan a manera de tutorías, que implican horas de trabajo sin apoyo de profesores y más tiempo libre. Por lo que sus padres las inscribieron en Wukong.

En la academia que funciona en Quito, desde hace dos años, aprenden chino mandarín a través de Zoom, una hora diaria, de lunes a viernes.
Georgiana Braulete, madre de las niñas, de doce y siete años, respectivamente, cuenta que ella y su esposo Rupert D. S. Hillsdownley, quisieron que sus hijas probaran con ese idioma, tomando en cuenta que la cultura asiática se ha expandido. Él es hijo de padre inglés y de madre china, pero se crio entre el Ecuador y Estados Unidos, y no sabe nada de la lengua materna.