
Tras medio siglo de su muerte, retumban los ritmos irregulares, desequilibrios métricos y armonías disonantes de sus brillantes composiciones musicales.
Entre los grandes compositores del siglo XX, hubo uno que dejó indeleble huella en la danza, dotándola de un ritmo y un color musical nunca antes vistos. Ese genio fue Ígor Stravinski.
Su carrera estuvo influenciada por la música popular rusa, la neoclásica y la dodecafónica, y abarca cuatro etapas en diferentes países —con un autoexilio de por medio—.
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