Ringo cumple 80 años y reproducimos este artículo publicado por Mundo Diners en marzo de 2016.
Por Juan Fernando Andrade.
Fotografías: Shutterstock.

A los seis años, en un quirófano del Hospital para Niños de la calle Myrtle de Liverpool, le quitaron el apéndice y el espacio que los médicos dejaron vacío fue asaltado enseguida por una peritonitis que le sopló las vísceras, lo mantuvo en coma durante varios días y en reposo durante más de un año. Pero se salvó y esa intermitencia en el mundo, ese llegar un poco antes o un poco después que aún conserva cuando toca, le enseñó a respirar a destiempo. Entre los trece y los quince años, esa edad en la que uno empieza a intuir lo que algún día será, vivió internado en un sanatorio, aplastado por el peso de la tuberculosis atravesándole las costillas. Pero se salvó y fue allí, acostado en una cama de metal y por recomendación de las enfermeras, donde tocó un tambor por primera vez y manoseó los rasgos redondos de su destino. En octubre de 1988, casi veinte años después de la separación de Los Beatles, dos décadas que gastó bebiendo y drogándose y haciendo cosas que ya no recuerda, tras una noche en la que destrozó su casa y también el rostro de su esposa, Ringo Starr se internó en una clínica de rehabilitación en Tucson, Arizona. Y volvió a salvarse. Y volvió a tocar.