Por Ana Cristina Franco
Mi organismo es tan sensible que una taza de café bastaría para mandarme a emergencias. ¿Qué tengo? ¡Explíqueme! Sea lo que sea, prefiero saberlo de una vez, le digo al doctor temblando. Mi espíritu hipocondríaco sospecha una enfermedad mortal. Está “de los nervios”, me dice él. ¡De los nervios!
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