¡Qué hijos de Putin! ¿Cómo se les ocurre embarcar al mundo en un conflicto armado luego de las penurias y tribulaciones de más de dos años de pandemia? ¿En qué estaban pensando al desatar una situación de caos y violencia de tal magnitud que, en medio de una de las mayores crisis que hemos vivido, ahora más de un millón de personas estén en plena marcha, buscando un refugio de seguridad?
¡Qué proyecto macabro tiene Vladímir Putin en su cabeza? ¿Quiere volver a juntar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas? ¿O añora con melancolía los días de la Rusia imperial donde la riqueza era selectiva y venía con inmensas dosis de opulencia? ¿O no será que Putin y su clan solo quieren dejar un nuevo precedente, con sabor a Guerra Fría, de que Rusia sigue siendo un actor protagónico y definitorio en el orden internacional y que puede mantener en vilo a sus pares occidentales? ¿Será que los hijos de Putin juegan más a perseguir intereses económicos que a dominar la zona del mar Negro? ¿Nuevo comunismo, viejo autoritarismo? ¿Putin, el anticristo?
Está claro que Vladímir es un ajedrecista de talla mundial, que tiene la capacidad de manejar los hilos del mundo de una forma magistral. Hasta que se concretó en serio la invasión a Ucrania, parecía que estaba ensayando una jugada enigmática para mostrar su grado de influencia en el mundo. Luego de la movida militar y el costo que ya está teniendo para Rusia, habría que dudar de sus capacidades estratégicas, pues parece que el tiro le está saliendo por la culata, si de debilitar a los aliados occidentales y a la OTAN se trataba.
