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De Dante a Marcelo Chiriboga: un viaje por el mundo de los heterónimos

por José Luis Barrera

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Dante y la Divina Comedia Domenico di Michelino, 1465, Florencia, Catedral de Santa María del Fiore.

El invisible doctor en Letras

La divina comedia es un libro muy estudiado por los académicos, pero poco leído por el público en general, acaso porque una epopeya de la Italia de la Baja Edad Media resulta críptica para el siglo XXI.

Por otro lado, en la vereda de los académicos siempre desfilan eruditos con monóculo empeñados en decodificar cada terceto o desmenuzar el ADN de Beatriz, guía de Dante en el paraíso. Implacables, escriben chismes sobre el poeta, los pecados de sus víctimas escriturales, la Toscana y el papado, y pocos pueden discutirles, pues los testigos han seguido hace tiempo el camino del propio vate.

Pero no solo hay ensayistas, también el gremio de los traductores está sobrepoblado: en español, por ejemplo, Enrique de Villena y Luis Martínez de Merlo; en inglés, Longfellow y H. F. Cary; o en griego, Nikos Kazantzakis. Y es que la traducción implica el doble problema de verter una obra de arte a un idioma distinto sin perder su esencia estética.

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