En los conflictos contemporáneos se están usando armas modernas y estrategias brutales

Toda la enorme región, de unos cincuenta mil kilómetros cuadrados, permaneció casi todo el año 2022 prácticamente aislada del resto del mundo: tres ejércitos la rodearon y la incomunicaron, con todos sus habitantes —cerca de cinco millones y medio— atrapados en unos pueblos desprovistos y unos campos arrasados, como cuando las ciudades amuralladas eran sitiadas en la Edad Media. La mortandad fue atroz. Las estimaciones más minuciosas apuntan a seiscientos mil muertos. Y es que en los conflictos contemporáneos el hambre ha vuelto a ser usada como arma de guerra.
En los conflictos contemporáneos, sí, porque, además de la de Ucrania, hay otras guerras en pleno transcurso, con armas modernas y estrategias brutales. Son unas guerras que permanecen a la sombra del conflicto mayor, el iniciado el 24 de febrero de 2022 por el presidente Vladímir Putin cuando lanzó al ejército ruso a terminar la tarea —empezada en 2014 con la ocupación armada de la península de Crimea— de borrar Ucrania de la faz de la Tierra y poner sus territorios y habitantes bajo la égida de Moscú, como en los tiempos de la Unión Soviética.
La región sitiada y asolada en 2022 fue Tigray, en el extremo norte de Etiopía, un país hiperpoblado y turbulento, con una historia conocida muy larga, de más de treinta siglos, que empezó con Menelik I, hijo del rey Salomón y la reina de Saba, una pasión relatada en el Antiguo Testamento. Nada menos. Allí, en el Cuerno de África, estalló en noviembre de 2020 una guerra civil cuya magnitud y brutalidad el gobierno se encargó de ocultar impidiendo el ingreso de periodistas independientes y de observadores extranjeros. Pero, como siempre ocurre, la verdad al final se supo.