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Grageas para uso doméstico

por Huilo Ruales

Por Huilo Ruales

grageas 1 mundo diners
Ilustración: Miguel Andrade.

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Por dentro, el TGV es un callejón metálico inerte y por fuera una bala rompiendo la inercia a 350 kilómetros por hora. Y en la noche es un cuchillo hundiéndose en el vientre de la oscuridad. Los pasajeros, untados de la nimia luz, duermen o se ovillan al fondo de su soledad. El verdor del campo, durante la noche, es un abismo viajando a un costado. Sobre todo es tu reflejo impregnado de un desasosiego atávico que no te has visto nunca. No hace mucho, frente a mí y el Nuti, que es mi hijo, viajaba un italiano nervioso bisbiseando al teléfono. Mil veces se metía un mechón de barba entre sus labios y cada vez el mechón como un animal se encogía, se escapaba de su boca. El Nuti estaba fascinado por la tensión que emanaba el italiano y cuando este clavó sus ojos desesperados en sus ojos, una de sus manecitas clavaron las uñas en mi muslo. Con tanta tensión, el Nuti comió la punta de su sánduche y al instante se quedó profundamente dormido. Cuál hubiese sido su reacción si se enteraba que, más tarde, en la honda noche, el tren se enquistó varias horas porque en el baño de nuestro vagón encontraron degollado al italiano.

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