Por Alberto Aceves

Sus adversarios públicos eran El Santo o Blue Demon. Pero la verdadera enemiga de este cura mexicano fue la marginación de cientos de jóvenes sin esperanza a quienes amparó con sus épicas batallas en la arena de la lucha libre.
Es el año 1950 y Sergio Gutiérrez Benítez recorre los campos de fútbol de San Agustín Metzquititlán, uno de los 84 municipios que conforman el mexicano estado de Hidalgo, llevando cubetas con agua de naranja y limón, colgadas con un palo sobre su espalda. Caminan y venden con él sus hermanas Chepa y Aurora, que sirven y enjuagan los vasos a cambio de cinco centavos.