
La protesta contra la Ley de Jubilaciones ofusca al Gobierno de Macron y despierta a una Francia republicana, rebelde, irónica. La cólera popular se expresa en cánticos, pancartas y explosiones de violencia, que señalan a un presidente acusado de arrogancia.
En Francia la reforma de la jubilación se anunció a inicios de año. Tras trece jornadas de huelga y manifestaciones, el clima social es eruptivo y la concordia, lejana. So pretexto de suavizar un déficit futuro, la jubilación pasa de 62 años a 64. Esto agrava la penosidad de ciertos trabajos, a las mujeres en su vida laboral, las carreras interrumpidas y atiza el dilema de si vivir para trabajar o trabajar para vivir.
La sexta jornada de movilización, el 7 de marzo, rompió récord de participación. Más de un millón de personas plegaron al levantamiento, según cifras oficiales, que reducen la cuenta de los sindicatos en proporción de tres a uno. Para el 1 de mayo, fecha que conjugó reivindicaciones históricas, coyuntura social y las violencias intrínsecas, los sindicatos contaron más de dos millones de personas en las calles, mientras que el Ministerio del Interior alcanzaba menos de 800 000.