
En Europa la extrema derecha suma nombres en parlamentos y colectividades territoriales, desde la cuenca mediterránea hasta el área nórdica. Y también acecha o se acomoda en las primeras magistraturas con una misma estrategia en todos los países: infiltrar ideas ultranacionalistas en la sociedad.
Europa gira hacia la derecha, en una curva ascendente hacia puntos extremos. En varios países, políticos recientemente elegidos son la cara de una ultraderecha que se expresa maquillando sus propósitos, para normalizar su presencia en la tarima. Y en medio de todo, la polémica de turno —por el burkini o por el islamo-izquierdismo—, la instrumentalización política de sucesos violentos, los naufragios en el Mediterráneo y en La Mancha, la amenaza a alcaldes que acogen a migrantes, reformas antipopulares, el euroescepticismo.
Desperdigados en varios países, reproduciendo una actitud que se creía proscrita tras las lecciones del siglo XX, están los grupúsculos de bandera negra, cruz céltica y camisetas Fred Perry (a pesar de las declaraciones de la marca). El 9 de mayo, 550 000 radicales de derecha manifestaron en París, primero en silencio y luego con el grito “Europa, juventud, revolución”, proclama heredada del Groupe Union Défense (GUD).