El viaje más áspero es aquel que se emprende con ocasión del exilio. Implica no solamente lejanía, sino desarraigo y extrañamiento.

Tiene que ser, el destierro, de las condenas más feroces e inhumanas. Una mezcla de separación y remembranza. Dante, expulsado de Florencia por las pendencias entre güelfos y gibelinos. Cernuda, rumbo a México, cortesía de nacionales y rojos.
En el caso de Manuela Sáenz, además, el exilio significó pobreza, aislamiento y distancia de todo lo que amaba: Quito, el recuerdo del Libertador Simón Bolívar, el desmoronamiento de su patrimonio, sus parientes y amigos, la actividad política.