Europa no sólo sufre inestabilidad económica
La inestabilidad política es aún peor
El 20 de diciembre, cuando Mariano Rajoy asumió la presidencia del gobierno y los conservadores substituyeron a los socialdemócratas como el partido dominante, España se convirtió en el octavo país de Europa que, en solamente 18 meses, cambió de rumbo político. No fue una coincidencia. No fue tampoco uno de aquellos fenómenos sociales sorprendentes e inexplicables. No. Ese cambio fue la consecuencia esperada y obvia de una crisis económica como se suponía que ya no ocurrirían en una región tan próspera y avanzada, en la que, además, 27 países han forjado una unión política y económica muy sólida, basada en la democracia liberal y el libre mercado.
En esos 18 meses, contados desde las elecciones británicas de mayo de 2010 hasta las elecciones españolas de noviembre de 2011, solamente un país de la Unión Europea donde hubo elecciones no le dio un golpe de timón a su rumbo político. Fue Suecia, donde en septiembre de 2010 los votantes le renovaron el mandato al gobierno conservador del primer ministro Fredrik Reinfeldt, como reconocimiento a su gestión económica acertada, dirigida a reencauzar —pero sin los excesos que lo llevaron al borde de la quiebra— al ‘Estado de Bienestar’ característico del capitalismo nórdico. Pero, con esa sola excepción, las demás elecciones europeas del último año y medio las ganaron los partidos de oposición.
Más aún, otros dos países donde la crisis económica apretaba con una fuerza irresistible, Grecia e Italia, no pudieron esperar la llegada de las elecciones y, con la gente en las calles y las potencias regionales presionando, forzaron las renuncias de sus gobiernos y, mediante votos parlamentarios de aprobación, nombraron nuevos primeros ministros, encargados de impedir los ya inminentes colapsos de sus economías nacionales (ver recuadro). Los dos cambios ocurrieron casi simultáneamente, en noviembre de 2011. Y tanto Yorgos Papandreu como Silvio Berlusconi tuvieron que irse por la misma causa: por sus pésimos y muy irresponsables manejos de las finanzas públicas.
Y es que, al peor estilo tercermundista, algunos gobernantes pensaron tan sólo en popularidades y reelecciones y, en consecuencia, gastaron más de lo prudente y multiplicaron subsidios y prebendas. En esos países, de Grecia a España y de Portugal a Italia, la crisis llegó con rudeza y, claro, empezó a poner en riesgo la estabilidad de las economías de toda Europa, porque, al volverse impagables sus deudas, toda la estructura bancaria y financiera continental podía sufrir convulsiones. Pues, como bien saben los economistas que sí saben de economía, al final alguien tiene que pagar lo que algunos políticos regalan a manos llenas…
La crisis afecta a todos
El primero en caer fue el gobierno laborista británico, pues la recesión mundial de 2008 golpeó con fuerza a las economías más avanzadas, a pesar de los esfuerzos por atenuarla efectuados sucesivamente por los primeros ministros Tony Blair y Gordon Brown. El 6 de mayo de 2010, los conservadores de David Cameron consiguieron un triunfo holgado y bastante previsto, mientras el Partido Laborista se hundía a niveles no conocidos en casi treinta años, es decir desde la victoria arrolladora —que cambiaría el rumbo declinante de la Gran Bretaña— de la señora Margaret Thatcher, en 1983.
Un mes más tarde, el 9 de junio, también Holanda cambió —aunque no drásticamente— su rumbo político. Los derrotados fueron, allí, los democratacristianos del primer ministro Jan Peter Balkenende, que al perder la mayoría parlamentaria absoluta de que disponían tuvieron que negociar una nueva coalición, cediendo la jefatura del gobierno. El primer ministro es, desde entonces, el liberal Mark Rutte.
Irlanda, uno de los países con una crisis económica mayor y que estuvo a un paso de la cesación de pagos, fue el siguiente de la lista. Ocurrió en febrero de 2011, cuando el partido que había gobernado desde la independencia, el conservador Fianna Fáil, perdió el 24 por ciento de sus votos previos, por lo que pasó del primer lugar al tercero y, claro, se quedó fuera del gobierno. Lo reemplazó una coalición de dos partidos: el Fine Gael, de centroderecha, y el Laborista, de centroizquierda, con Enda Kenny como primer ministro.
Otro de los países con crisis económicas profundas, Portugal, fue el cuarto en cambiar su rumbo político. Fue en junio de 2011, cuando los socialdemócratas del primer ministro José Sócrates fueron desplazados del poder por los conservadores, que les ganaron las elecciones por más de diez puntos porcentuales y formaron un nuevo gobierno, encabezado por Pedro Passos Coehlo, encargado de poner orden en la economía, mediante una política de austeridad fiscal y de eliminación de derroches.
En septiembre, la alternabilidad democrática en el ejercicio del poder se cumplió en Dinamarca, donde el amplio triunfo del bloque opositor de centroizquierda, encabezado por la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt, que obtuvo el 50,3 por ciento de los votos, terminó con diez años consecutivos de gobiernos de centroderecha. El siguiente gobierno en caer sería el de España.