A finales del siglo XX se crearon signos que acompañan tipográficamente a la escritura y representan, por ejemplo, alegría. Ahí es donde empieza la historia de los emojis.
1. El fundador y editor de la desaparecida revista Etiqueta Negra, Julio Villanueva Chang, tenía cierta aversión por los signos de exclamación: es casi como reírse de tu propio chiste, dijo —recuerdo que dijo— alguna vez en un taller de periodismo narrativo en Quito, como insistir en el significado de un mensaje que, de estar bien escrito, no necesitaría instrucciones de uso cuando significa sorpresa, ira, entusiasmo o cualquier otra emoción.
Pero no todo el mundo tiene ese nivel de conciencia sobre la escritura. Los signos de exclamación están ahí y se usan —quizá menos, o mejor, cuando hay ambición estética—, casi tanto como los signos de interrogación y los guiones y las comillas y todas las convenciones que ayudan a hacer más entendible la escritura que, como dijo —escribió— el teórico del lenguaje Walter J. Ong, separa al autor del mensaje, lo aísla, y en esa brecha que no es solo física se pierde el contexto, el tono, ciertas formas y gestos y todos los componentes no verbales de la comunicación que, perdonen la redundancia, también comunican.
