
Por Pablo Fiallos
Prepara y apunta. Como un cazador furtivo, el fotógrafo espera el momento decisivo… y dispara. Desafiando incluso al azar, captura aquel instante irrepetible, esa impresión personal e íntima que solo la descubre el artista y después la revela para el mundo entero, invisible hasta ese momento. Pues si no hay nada en este mundo que no tenga un momento decisivo, esto sucede con mayor frecuencia en la fotografía. Para cazar esa imagen, única e inmejorable, el artista espera el momento indicado, el instante preciso en el que suceden las cosas. Y así consigue esa porción de la realidad que se convierte en una ventana que acerca distancias, personas y miradas.