Edición 457 – junio 2020.
El hermetismo y los enigmas son parte de un hábil juego estratégico de Corea del Norte.

El viernes 1° de mayo, cuando reapareció inaugurando una fábrica de fertilizantes (fábrica que, por ahora, no es nada más que un galpón vacío, sin una sola máquina adentro), mucha gente se sorprendió: “¡Kim Jong-un está vivo!”. Y, en efecto, el ‘amado líder’ no sólo que estaba vivo, sino también sano y bueno, sin rastro de ninguna de las muchas enfermedades terribles que se le atribuyeron durante las tres semanas de su desaparición por motivos que nunca nadie logró descifrar. Corea del Norte había logrado, una vez más, estar en el centro de la atención internacional. Que es, según parece, el propósito primordial de esas desapariciones frecuentes y misteriosas.