Por Fernando Larenas.
Un testimonio musical. La partitura de Salgado que llegó a la Casa de Beethoven. Los egos de los músicos. Su mudanza del norte al Centro Histórico de Quito.

El estudio-oficina del maestro que dirigió la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) durante veintiséis años parece una biblioteca: Cervantes, Tolstói, Pushkin, Dostoievski, Vargas Llosa, García Márquez... Una antigua máquina de escribir marca Continental, de cinta bicolor y que además funciona, contrasta con su moderna Mac sobre un enorme escritorio. Muy cerca, un cuadro original de Guayasamín y un objeto de enorme valor para Álvaro Manzano: un piano vertical de color blanco, coreano, que se compró en Quito después de su frustración porque el piano que se había traído de Moscú llegó con el arpa metálica destrozada. Explica el sentimentalismo musical ruso (parecido a nuestro pasillo), ama toda la música de Bach y de Shostakóvich, defiende a Chaikovski y considera muy poco a Paganini. Aquí va su testimonio.