Fotografía: Shutterstock.
Edición 461 – octubre 2020.
La reconversión de Santa Sofía en mezquita fue más que un desafío: fue el heraldo de una nueva era.

Solemne, devoto y ensimismado, haciendo gala de un recogimiento y una piedad sin fisuras, el presidente Recep Tayyip Erdogan avanzó por la nave central y, cuando llegó al sitio de privilegio donde había sido desplegada su alfombra ceremonial, se prosternó con toda la sumisión ante Alá que el islam enseña a sus creyentes. Y allí, como en trance, permaneció un rato largo. Era el día de la oración, el viernes. Pero no era un viernes más. Era el viernes 24 de julio de 2020, cuando Santa Sofía, en Estambul, volvía a ser una mezquita majestuosa y espléndida, la de mayor simbolismo del mundo musulmán y el emblema del más luminoso triunfo islámico sobre la cristiandad: la toma de Constantinopla, en 1453. El paréntesis de la Turquía laica se había cerrado.