
Olga Dueñas, su historia de vida y su arte invitan a múltiples miradas vinculadas a la modernidad estética. Su obra es universal, tanto así que sus trabajos encajan en los debates actuales de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica sobre el arte producido en diferentes países durante la segunda mitad del siglo XX, época en la que ella desarrolló su abstracción y cinetismo.
Una característica que capturó mi atención, cuando me aproximé a un extenso grupo de trabajos realizados por Dueñas durante más de siete décadas, fue su correspondencia estilística con artistas abstractos de otros países. Enseguida me interesó descubrir cómo y cuándo el Ecuador se convirtió en un elemento esencial para sus procesos creativos. De eso tratará este artículo.
Primero, hay que hablar de hechos de su vida que han marcado su arte significativamente. Su madre era de Hungría y su padre de Checoslovaquia, país del que salieron al término de la Primera Guerra Mundial para instalarse en Cleveland, Ohio, donde en 1926 nació Olga Valasek Dipold (sus apellidos originales). En los años de su infancia surgió la relación con la música clásica pues su padre y su hermano eran músicos profesionales dedicados al arpa, al piano y al violín. La experiencia de crecer en un entorno musical donde “la música era el oxígeno que se respiraba” caló en la artista y se evidenció posteriormente en su arte.